jueves, 24 de enero de 2008

No se describir mis sensaciones


El día había sido intenso, volamos en Yechar y de las veces que volé allí sin duda fue la mejor, el sur era generoso y sólo despegar se subía, rápido cogí la ladera y al fondo donde se empina más, y aparecen los cortados de piedra, vi a todos mis compañeros disfrutando de un buen día de vuelo, nos juntamos 10 ó 12 velas, el espectáculo era precioso, los parapentes, las rocas y el cielo azul, nos dimos un gran vuelo.

Tras una generosa comida de matanza donde el "Cote" se atiborró de embutido casero y después de fumarnos unos cigarritos de la risa, me vine corriendo a contar ese vuelo tan divertido a mi blog.

Todavía se estaba iniciando el ordenador cuando me sonó el teléfono, era el "Ariño", me extraño la llamada, pues Ariño sólo me suele llamar por temas de trabajo, y un domingo por la tarde me pareció raro, " Motos te tengo que dar una mala noticia, me dijo", me quede frío, cual sería esa mala noticia, intente rápidamente pensar que podía ser, pero él se adelanto a mis pensamientos, "Pedro Luis ha tenido un accidente con el paramotor esta tarde y está muerto", acababa de colgar el teléfono cuando de nuevo sonó, esta vez la llamada era de Vicente, pero ya sabía perfectamente lo que me iba a decir, que nuestro amigo y compañero de vuelos ya no estaba con nosotros, que un cable eléctrico le había segado la vida. Cuantas mañanas de domingo y tardes de verano volamos los tres juntos los cielos de Fortuna y Molina.

El contar lo que sientes en esos momentos es inenarrable, lo primero que me vino a la cabeza fue su mujer y su hija, y una sensación de impotencia, no sabría describirla, lo que si se, es que hemos perdido un gran amigo y compañero, y que ya nada será igual.

Entonces se te llena la cabeza de preguntas ¿merece la pena volar y seguir corriendo riesgos innecesarios?, ¿merece la pena que gente que nos quiere sufra mientras nosotros disfrutamos de lo que nos apasiona?, yo no encuentro respuestas a estas preguntas, me imagino que cada uno de nosotros se habrá hecho estas mismas preguntas mil veces y cada uno tendrá su respuesta.

Sólo se, que el parapente se nos ha metido en la venas y ya es muy difícil renuciar a esa sensación que da volar y que es tan complicado de explicar, como la trágica muerte de un compañero PARAPENTISTA.

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Por que contententarnos con vivir a rastras si sentimos el anhelo de volar